El cantautor se presentó en la noche del viernes en el Teatro Municipal. En formato trío realizó un recorrido por sus 21 años de trayectoria y nos invitó a nuestro propio viaje.

Por Yesica Guevara/ del staff de Central de Noticias

Fotos: Tomás Pagano

¿Qué puedo escribir yo sobre un recital si apenas conozco el nombre de la mitad de los instrumentos que hay en el escenario?

Puedo decir que la calle está fría y que la gente apura el paso para entrar al teatro. El olor a cigarrillo se mezcla con algún perfume dulce y pastillas de menta. Adentro el calor crece y toneladas de ropa salen de los cuerpos.

Puedo decir que escucho a Lisandro desde Tu nombre y el Mío o Canción de Amor. Yo tenía poco más de 20 años y era una persona distinta. Pasaron otros 20 y me siento en la fila 3, butaca 18, rodeada de otros que cargan sus propias historias.

Puedo decir que veo en escena tres islas, con su propia geografía, preparadas para tender caminos de una a la otra. Emprender el viaje. Aristimuño acompañado por Lucas Argomedo en bajo y Martín Casado en batería.

Minutos después de las 21:00 los primeros acordes son los de Tu Mundo, una canción de su último disco de estudio. Después vendrán muchos más, una lista que durante dos horas recorrerá su carrera, sus discos y concluirá -después del clásico pedido de bis– con Me hice cargo de tu luz.

Como en todo viaje, el tiempo corre distinto. A veces, avanza lento, parece detenerse, nos permite contemplar el paisaje. En este caso un paisaje musical lleno de detalles. Nos convoca un sonido, una voz grabada, el ensamble de varios ritmos. Otras, se acelera y avanzamos subidos a un compás catártico.

Busco en lo que conozco. Las palabras para suplir la falta de conocimiento técnico. ¿Qué género narrativo explica lo que escucho? Imagino un futuro distópico donde se mezcla lo tradicional con lo moderno. La memoria la traen las voces grabadas que repiten una frase, una expresión, una búsqueda. ¿Fantasmas? ¿El pasado? ¿Ficción?

Los fragmentos del principio se unen, el territorio común se vuelve lúdico. Hay espacio para la exploración, parece que todo está por ser descubierto, por ser fundado. Asoma un paisaje propio.

¿Dice esto algo del show que ocurrió el viernes por la noche en Olavarría? No lo sé. Tal vez, en estos tiempos, la experiencia artística nos permite hacernos más preguntas antes que repartir certezas. Y eso nos ayuda a hacernos cargo de nuestras luces y de nuestras sombras.

fuente: cdenoticias.com

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