Conocé en esta nota un proyecto cooperativo entre investigadoras de la Facultad de Ingeniería y la Universidad de San Juan desafiando la falta de financiamiento actual. "Se importa el 80%, de lo que podría producirse en el país con insumos regionales”, advirtieron.
Con restos de yerba, bagazo cervecero y olivos generan carbones activados con fines energéticos y sostenibles. Pertenecen a la Facultad de Ingeniería de Olavarría y el Instituto de Ingeniería Química sanjuanino.
Desde el corazón de Humahuaca, a tres horas del Valle de la Luna o pasos del arroyo Tapalqué ellas hacen ciencia. Y ahí ponen, a diario, todas sus energías, saberes y convicciones. Con esfuerzo, dedicación, profesionalismo y una fuerte dosis de audacia, a prueba de pandemias y desmantelamientos del sistema científico-tecnológico.
Idean, hacen ensayos, “fabrican” soluciones a medida y avanzan. Con distintos orígenes y recorridos, en 2019 se convirtieron en equipo para potenciar el desarrollo de materiales carbonosos a partir de desechos agroindustriales, utilizados en tecnologías de almacenamiento de energía y descontaminación ambiental.
¿Quiénes son? Las doctoras Marcela Bavio, de la Facultad de Ingeniería de Olavarría (FIO-UNICEN), Fabiana Sardella y Arminda Mamaní, del Instituto de Ingeniería Química de la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ), tres investigadoras de la Universidad pública dispuestas a entrelazar saberes en química y electroquímica, con el soporte de modelados desarrollados con inteligencia artificial.

Made in Argentina
La alianza entre ambas instituciones permitió combinar líneas de trabajo, logrando avances significativos en el aprovechamiento de residuos como yerba mate, bagazo cervecero, rastrojo de trigo, restos de poda de olivos o vides y carozos de fruta para fabricar carbones activados con fines energéticos y ambientales.
“El potencial de estos desarrollos es enorme. Los carbones activados están presentes en sistemas de filtrado de agua, aire, refrigeración, e incluso en procesos mineros y biogás. Y hoy el 80% se importa, cuando podría producirse en el país con insumos regionales”, explica la doctora Bavio, en abierta defensa de la soberanía tecnológica.

A su lado y haciendo un alto en medio de su “tour científico” por los laboratorios de la FIO, la sanjuanina Fabiana Sardella contextualiza: “llevamos más de dos décadas trabajando con residuos de la industria local. Nuestra colaboración con la FIO incorporó nuevas aplicaciones y aceleró resultados en el área energética”. Lo dice con orgullo, mientras observa a Josué Castilla Rollán, el becario doctoral sanjuanino que viajó con ellas para hacer ensayos y mediciones.
Procesar juntas, con IA incluida
“La colaboración fue esencial para potenciar nuestros desarrollos con yerba mate”, destaca Bavio. Las investigadoras sanjuaninas aportaron experiencia en técnicas de activación, mientras que desde FIO se avanzó en la valorización de nuevos residuos y en la articulación institucional para buscar escalamiento industrial. En San Juan, ya se cuenta con un horno piloto y proyectan una planta experimental con apoyo estatal.
La propuesta también contempla el uso de desechos del cannabis medicinal como tallos, hojas y raíces que se descartan de los cultivos. Una iniciativa que comenzó con los residuos del Programa Universidad y Cannabis de la FIO/UNICEN, y obtuvo financiamiento para una planta piloto que podría escalar el proyecto en colaboración con empresas del sector.

Pero, además de las aplicaciones clásicas en filtros de agua y aire, los carbones activados producidos en laboratorio se están probando en dispositivos de almacenamiento energético como supercapacitores.
En paralelo, se incorporan herramientas de inteligencia artificial para modelar procesos de absorción de contaminantes con técnicas que permiten simular escenarios de uso con variables como arsénico, plomo o mercurio, lo que mejora la eficiencia experimental y el potencial de transferencia tecnológica.

Desafiar la falta de financiamiento
El proyecto entre FIO y UNSJ se desarrolla en un contexto de fuerte restricción presupuestaria para el sistema científico nacional. La falta de equipamiento, la inestabilidad en los programas de financiamiento y las demoras administrativas son parte de la realidad cotidiana para quienes investigan.
“Presentamos el proyecto, se firmó el convenio, se presupuestó el container… pero los fondos no llegaron. Seguimos pagando un seguro de caución por un desembolso que nunca existió. Eran 10 millones en 2022, comprábamos todo; ahora solo alcanzaría para un horno”, expone la Dra. Marcela Bavio.
No obstante, las investigadoras encuentran en la vocación, la creatividad y la mutua colaboración los motores para seguir adelante. “Nos propusimos dar respuesta a una problemática real: el exceso de residuos y la necesidad de tecnologías accesibles. La experiencia con San Juan nos permite acercarnos a ese objetivo”, afirma la investigadora de la FIO, dando cuenta de una alianza estratégica, resiliente y comprometida con la democratización del conocimiento.

“Hacemos maravillas”
El equipo de trabajo sigue consolidándose, compartiendo direcciones y codirecciones de proyectos y en la transmisión de saberes como ocurrió durante este intercambio, que se dictó un curso de posgrado para el Doctorado en Ingeniería de la FIO, del cual participaron docentes-investigadores de ambas casas de estudio.
La formación de recursos humanos es un desafío “no sólo por la vocación que deben tener los científicos sino también por los salarios retrasados y la falta de previsibilidad dentro del sistema científico nacional”, sostienen a coro.

“La ciencia que hacemos es real, está conectada con necesidades concretas, y puede generar valor si logramos fortalecer los vínculos con el sector productivo”, remarca la Dra. Mamaní, primera científica de CONICET procedente de Humahuaca.
Se referencian en Europa y Estados Unidos donde la articulación entre ciencia e industria está institucionalizada, con incentivos fiscales, programas de I+D y equipos dedicados exclusivamente a investigación aplicada. En el norte de España, por ejemplo, las industrias integran investigadores en sus grupos de trabajo como parte de su estrategia de innovación. En EE.UU, los laboratorios cuentan con equipamiento de última generación y financiamiento estable.
Lo diferencian con Argentina, donde el vínculo aún depende de la vocación individual y de la capacidad de adaptación de cada equipo científico. Se investiga con recursos limitados, pero con una fuerza de trabajo basada en la creatividad, el ingenio y el compromiso.

“Hacemos maravillas con lo que tenemos”, afirman las investigadoras, convencidas de que el conocimiento local “puede ser tan potente como el internacional, si se le da el respaldo necesario”.
Hacer base con mayor equidad
El trabajo conjunto entre las científicas pone en evidencia una convicción compartida: la ciencia también es territorio para la equidad. En contextos históricamente masculinizados como la ingeniería, el protagonismo de investigadoras en áreas como química, electroquímica y energía marca una diferencia.
Desde San Juan, Fabiana Sardella subraya que “hay segregación por género según la especialidad”, mientras que Arminda Mamaní resalta el desafío adicional de ser primera generación universitaria y provenir de Humahuaca. Para Marcela Bavio, la conciliación entre vocación y maternidad ha implicado romper estereotipos.
Las tres coinciden en que visibilizar estos recorridos es clave para que más jóvenes mujeres se animen a seguir carreras científicas. Esa meta está presente en la agenda de la FIO, una institución capaz de liderar iniciativas transformadoras, tendiendo puentes con otros territorios, promoviendo el uso sustentable de recursos y la incorporación de mujeres en ciencia y tecnología.
La alianza con la UNSJ es una muestra del potencial de los vínculos horizontales entre universidades públicas, y del compromiso por una ingeniería que no solo investiga, sino que también transforma realidades.
Fuente: cdnoticias.com