Sentarse a escribir sin saber por dónde empezar ni hacia dónde ir. Algunos lo llaman el síndrome de la hoja en blanco. Como un miedo irrefrenable, una traba profunda que impide que salgan las palabras, hasta las sílabas, las letras.

Francisco Ferrari */ especial para Central de Noticias

Hay escritores que tienen un orden, una rutina, un método. Son admirables. Escriben de 8 a 11. O de madrugada. Siempre en la misma silla y con la misma ventana de fondo. Tienen la prolijidad y la repetición de un oficinista.

Hay aficionados que se apoyan en ejercicios, en consejos, en recomendaciones de profesionales. Se esfuerzan, retuercen el cerebro. Escriben, corrigen, vuelven a escribir.

No es mi caso, no me sale, no lo siento, no puedo. Y lo he intentado hasta el cansancio. Pero no hay orden, ni horario ni silla ni ventana que me hagan venir las ideas. Ni una línea. Veo las manos inmóviles mientras se hace de noche o de día. Y nada.

Un día me di por vencido. Con bastante angustia llegué a la conclusión que no puedo. Es horrible la sensación que uno nunca podrá hacer lo de uno.

Porque no hay frustración en el arquitecto, el plomero o el dentista que se sientan ante la máquina o la hoja y se les nubla la mente y se le ponen rígidos los dedos.

Pero para un escritor no escribir es no vivir. Ni siquiera morir. Porque sigue ahí inmóvil, bloqueado, vacío, pero vivo. Sigue ahí con el dolor de no poder ser.

No hay otro remedio que dejar que el agua suba y presione y busque y se filtre y termine por reventar el dique. Que se desborde el agua y lo inunde todo.

Que escribir no sea una intención o una búsqueda. Que escribir sea una obligación para no terminar ahogado. Entonces ya no hay método, ni reglas, ni 8 a 11, ni flores amarillas sobre el escritorio.

Lo que hay son palabras que se incrustan y se chocan. Que dan vueltas, y van y vienen. Manos que se retuercen a toda velocidad y no dan lugar a ningún pensar ni penar.

Escribir como vomitar, como toser hasta sacarte el hueso de pollo que se quedó atrancado y no termina de entrar ni salir, y te deja sin aire y te hace caer las lágrimas.

*Periodista, escritor, conductor de Radioaficionados.

Fuente: cdnoticias.com