Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB

El Día Internacional de la Mujer se estableció en recuerdo de 129 obreras textiles que fallecieron en un incendio en Nueva York, EE.UU., en 1857. Este hecho es conocido por prácticamente todo el mundo. Pero lo que muy poca gente sabe es que en la provincia de Buenos Aires, casi cien años después de aquel suceso, ocurrió algo muy parecido, con un saldo fatal más pequeño pero no por ello menos terrible. Sucedió en 1950, en una fábrica de zapatillas en la localidad de Martínez, al norte del Gran Buenos Aires. El 26 de agosto de ese año el fuego segó las vidas de doce jóvenes trabajadoras que tenían entre 14 y 22 años. Las muchachas, unidas en vida por su trabajo, quedaron hermanadas tras la muerte: fueron sepultadas en un solar en el Cementerio de San Isidro que hoy en día se conoce como el Mausoleo de las Chicas.

La tapa de Clarín del día siguiente, 27 de agosto de 1950.

La historia que en su momento conmovió al país fue reconstruida hace unos años por la investigadora patrimonial Graciela Blanco mientras relevaba el Mausoleo de las Chicas. De acuerdo con un texto publicado por Blanco en la Revista del Instituto Histórico Municipal de San Isidro, todo comenzó aquel frío sábado de agosto cuando la empresa de calzado que pertenecía a Juan Macri y sus hijos tenía que despachar un pedido importante. Por ello, la fábrica se llenó de personal desde temprano y a las 7 y media de la mañana cerca de cuarenta empleados desbordaban las instalaciones de Libertad al 400, en Martínez, una localidad del partido de San Isidro. La mitad de los obreros eran chicas jóvenes. Además, también estaban presentes los socios propietarios y una hermana, Nélida Macri, que colaboraba en las tareas realizadas por el personal femenino.

El edificio, de dos pisos y que ocupaba un terreno de 8,66 metros por 20, tenía una única escalera de acceso a la planta superior. Junto a ella había un tanque de cien litros que contenía una mezcla de goma y solvente.

En ese primer piso las obreras cortaban lona, cosían, armaban y embalaban las zapatillas. De esa manera, el lugar estaba lleno de piezas inflamables como trozos de tela y cajas de cartón. Además, los pisos y las vigas eran de madera.

Pérdida fatal

En un momento de la mañana un obrero advirtió una pérdida del tanque. Dos de los dueños trataron de obturar el lugar de la pérdida y otros intentaron recoger con palas el líquido derramado para intentar verterlo en latas. Pero al parecer una caldera cercana provocó que el fluido comenzara a inflamarse. Y de golpe, todo el tanque se convirtió en una bola de fuego y las llamas devoraron la escalera, obturando la única salida de esa trampa infernal.

El momento del incendio, en una foto de Clarín recuperada por Graciela Blanco.

Algunas compañeras lograron salir, con heridas y quemaduras. No eran ni siquiera las 9 y el fuego ya había tomado el piso superior.

Es difícil de imaginar semejante horror. Los gritos de desesperación de las chicas estremecían a compañeros y vecinos, entre los que se encontraban sus propios familiares. Las jóvenes se fueron replegando contra una pared pero el piso de madera cedió y se derrumbó. Enseguida también quedaron destruidas las columnas y todo el edificio se vino abajo. Los bomberos voluntarios del Cuartel Central de San Isidro llegaron a las 9.10 y solo pudieron abocarse a apagar el incendio de las ruinas de la fábrica.

Los gritos habían cesado.

El Cuerpo de Bomberos de la vecina localidad de San Fernando llegó a eso de las 9.25 para ayudar en la remoción de escombros y el rescate de los cuerpos de las víctimas, pero el fuego ya se había extinguido.

Dolor sin fin

Las chicas provenían de hogares obreros y tenían entre 14 y 22 años. Sus nombres eran Noelia Juana Antelo (22); Beatriz Felisa Arganini (16); María Eugenia Barreto (16); Filomena Adela Bustamante (21); Herminia Gómez (21); Josefina Beatriz Mesa (16); Carlota Beatriz Morales (17); Inés Rosa Ocampo (14); Nélida Delia Padilla (15); Nélida Ester Soteras (16), y Norma Ester Volk (17). Además de las operarias también falleció la hija del dueño, Nélida Beatriz Macri, de 19 años, que colaboraba con el resto de las jóvenes.

Las placas con los nombres de las doce jóvenes muertas en el incendio. (Graciela Blanco)

El velatorio -continúa relatando Graciela Blanco- se realizó en el Cuartel de Bomberos de San Isidro. Los doce féretros estaban cubiertos de ofrendas florales y desfiló por el lugar una corriente interminable de familiares, vecinos, amigos y autoridades gubernamentales nacionales, provinciales y municipales.

La Fundación Eva Perón se hizo cargo de todos los gastos del sepelio, y a través de las células mínimas se prestó asistencia a las familias de las chicas. Eva Duarte y Juan Domingo Perón enviaron doce ofrendas florales, al igual que la CGT, que manifestó su adhesión: “La muerte de esas trabajadoras conmueve hasta las fibras más íntimas a todos los obreros del país”.

Un ángel de paz

Más de un año después, en octubre de 1951, se decidió en el Concejo Deliberante de San Isidro que se destinara un solar en el Cementerio Central del partido, donde ya estaban sepultadas las jóvenes, para erigir un mausoleo que se financiaría por suscripción popular. Además, el sitio fue declarado público; es decir, el Municipio debería mantenerlo y custodiarlo a perpetuidad.

En el llamado Mausoleo de las Chicas se erigió un ángel con alas extendidas que mira con melancolía hacia el sepulcro. Esa escultura fue donada por el empresario Jorge Kaudi, constructor de muchas bóvedas en el Cementerio de la Recoleta y escritor de la primera guía de esa necrópolis, de 1956. Ese libro fue reeditado recientemente gracias al trabajo de las investigadoras María Laje, Susana Gesualdi y Graciela Blanco.

El Mausoleo de las Chicas, con el ángel donado por Jorge Kaudi. (Graciela Blanco)

El 3 de febrero de este año la reedición de la Guía de Jorge Kaudi fue presentada en el Cementerio de la Recoleta. En el evento, como contó Blanco emocionada a este cronista, una señora empezó a llorar. Y dijo que Juan Macri, el dueño de la fábrica, había sido su abuelo. La señora había ido a ver la presentación de un libro de un “constructor de bóvedas” sin conocer la historia previa. Increíbles coincidencias, relatos que como cadenas unen el pasado con el presente y el futuro. (DIB) MM

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Fuente: dib.com.ar

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