A pesar de las distintas dificultades y las constantes enfermedades que tanto ellas como sus hijxs -seis menores de edad y una bebé nacida en cautiverio- atraviesan por tener que estar conviviendo encerradxs y hacinadxs desde hace ocho meses en una casa que se encuentra en pésimas condiciones edilicias, las mujeres mapuche recibieron a Las12 y Betiana Colhuan, primera machi de este lado de la Cordillera, guía espiritual y autoridad ancestral de la comunidad, conversó con nosotras.
“Nos tienen presas acá con nuestros hijos por un delito que además de injusto es excarcelable. En ningún lugar del país hay personas detenidas por usurpación, solo nosotras”, asegura la machi para dejar en claro que las nefastas condiciones de la prisión domiciliaria son tan solo la superficie de un padecimiento muchísimo más grande: “El Estado nos sigue manteniendo detenidas por nuestros ideales, por nuestro ser mapuche, somos presas políticas mapuche. Y nos definimos así también por nuestros lagmien, nuestros hermanos y hermanas que hoy están siendo perseguidos y obligados a mantenerse en la clandestinidad por lo mismo. Porque dentro de esta sociedad racista, aún hoy nuestra identidad sigue significando un delito”.
¿De qué forma relacionás esta detención con la lucha y la resistencia de tu pueblo?
–Antiguamente, cuando todavía no nos dividían las fronteras que hoy nos imponen, en todas estas tierras caminaban nuestros antepasados. Somos un pueblo con un idioma, una cultura, una autonomía de pensamiento, una forma de vida propia, pero nos sacaron de nuestros territorios, nos empobrecieron y nos obligaron a vivir en tierras desérticas, infértiles y abandonadas. La historia siempre nos vinculó con lo salvaje, lo indio, lo sucio, lo ignorante. Y ahora mismo, en la actualidad, somos los pobres, los esclavos de las periferias de la ciudad, porque nuestra gente sigue estando hacinada en los barrios y es la mano de obra barata de la sociedad. Pero a pesar de todo siempre resistimos, por la defensa de los territorios, por la conexión que tenemos con la naturaleza, y conservamos nuestra lengua y nuestra cosmovisión, en el conocimiento, en el recuerdo. Esa es la verdadera historia, por eso hoy en nuestra comunidad está surgiendo la necesidad de retornar al territorio, de recuperar las tierras, y por eso nosotras estamos asumiendo esta prisión política, porque vemos que nos estamos enfrentando casi a lo mismo que se enfrentaron nuestros antepasados, solo que ahora está más disfrazado.
¿Qué respuesta reciben del Estado cuando plantean esto?
–Hoy a nosotras nos pesa una causa de usurpación, estamos esperando un juicio por eso, y sin embargo estamos detenidas como si ya estuviéramos condenadas, por un delito que es excarcelable. Ningún ciudadano de Argentina va preso por usurpación más de un día, porque aunque la condena fuese por la pena máxima, esa pena es de tres años en suspenso, mientras que la mínima es de seis meses. Incluso si nos llegasen a condenar por usurpación, que de todas maneras sería una injusticia, con los casi ocho meses que llevamos detenidas ya hubiéramos cumplido con esa pena. Son cuestiones que por ser nosotras se aplican de forma distinta, y eso habla de un racismo muy grande por parte de la sociedad, del Estado y del Poder judicial.
¿Qué lectura hacen de lo que fue ocurriendo en la causa en estos ocho meses de detención?
–Nos sentimos muy decepcionadas, porque a pesar de todas las torturas y humillaciones que pasamos, nosotras aceptamos dialogar. Una comitiva mapuche viajó para reunirse con el presidente y se concretó una mesa de diálogo. Y tanto por parte del Estado como de la comunidad se llegó a la conclusión unánime de que el rewe, nuestro espacio sagrado, debía ser devuelto a nuestro pueblo. Pero eso nunca se concretó, y ahora nuevamente volvemos a estar a la espera de los políticos de turno. Están jugando con lo más sagrado que tenemos, por eso hoy como pueblo mapuche estamos desesperados, y nuestra salud está en deterioro. Nuestro rewe está cayendo con nosotras, porque es una conexión mutua, espiritual y física la que tenemos, y no podemos ni queremos permitir que eso suceda. Si ellos no toman en serio la mesa de diálogo y la quieren romper, nosotras vamos a tener que seguir luchando como lo hemos hecho hasta ahora, poniendo el cuerpo, porque lamentablemente los muertos siempre están de nuestro lado.
¿Podrías contar un poco más sobre el espacio sagrado que significa el rewe para ustedes?
–El rewe está plantado a la tierra, y la tierra somos nosotros y nosotras. Somos parte de ese espacio que también nos conecta con nuestros antepasados. Es un lugar que le pertenece a todo el pueblo mapuche y no mapuche también, porque lo utilizamos para sanar espiritual y físicamente distintas enfermedades. Muchas personas han llegado a buscar remedio para problemas que la medicina occidental no encuentra, y ahí han logrado salir adelante. Personas con esquizofrenia por ejemplo, que en la medicina occidental se puede tratar pero no curar y se recetan medicaciones totalmente dañinas que generan dependencia, se han sanado con nuestra medicina, porque dentro de nuestra cosmovisión entendemos que esa enfermedad es en realidad un desequilibrio espiritual, y por lo tanto se puede curar. Y esto no es algo que decimos las mapuche nada más, sino que la medicina occidental también reconoce que esas personas se sanaron.
¿Qué significa ser machi y qué función cumple ese rol dentro de tu comunidad?
–Una machi es una médica, una sanadora, pero no solo de dolencias físicas, sino que también es una guía espiritual para todo el pueblo mapuche. Cualquier persona no puede ser machi, porque no es algo que se aprende o se elige. Con el newen, con este espíritu, se nace, y eso está definido por nuestros antepasados. Es un rol que llega y que solo puede ser descubierto por otra machi. Cada persona tiene una función, todos venimos por algo a esta vida. En mi caso, soy machi y también soy protectora de un espacio natural, porque hoy no solo me toca dedicarme a la medicina, sino también a resguardar y defender los remedios que aún quedan en mi territorio y que han sido saqueados por otras plantaciones que no los dejan crecer. Ser la primera machi de este lado de la Cordillera después de la Campaña del Desierto es asumir una responsabilidad muy grande, porque las guías de una comunidad son también las primeras en ser encarceladas o asesinadas en un conflicto. Y que hoy ese rol vuelva a surgir significa el fortalecimiento de todo el pueblo mapuche y la guía y el levantamiento de muchas otras comunidades originarias.
¿Cómo ves el rol de las mujeres mapuche hoy? ¿Creés que hay algo que se está despertando?
–Desde siempre las mujeres mapuche han sido parte fundamental de la resistencia. Nuestra historia viene de abuelas que tenían cinco o seis hijos como mínimo, y no era algo casual, lo hacían para que nuestro pueblo no se termine. Y ahora también el despertar de las mujeres mapuche vuelve a ser muy fuerte. En cada trawn, en nuestras ceremonias y reuniones, somos muchas más mujeres. Creemos que así como tuvimos tiempos de lucha, de paz, de resistencia, hoy es el tiempo del rebrote: la tierra ha dejado brotes y esos brotes somos nosotros y nosotras. Las mujeres vuelven a dar brotes porque somos las que damos vida, y la resistencia es parte de nuestra vida: resistimos para vivir, para que nuestro pueblo viva, y también para que la vida en la tierra no se termine, para que los cerros, el agua, la naturaleza, no mueran. La vida está ligada a la energía de la mujer, y es un equilibrio porque todo tiene su parte masculina y su parte femenina, incluso la naturaleza. Hoy vuelven a nacer los roles espirituales, las machis, y vuelven a renacer las mujeres en ese rol. Es lo que nos toca, porque la naturaleza es sabia y así lo dispone, para que surja y que no se pierda, para que ese rol resista.
La resistencia mapuche también defiende a la naturaleza de las prácticas extractivistas…
–Claro, porque las personas somos parte de la naturaleza y de la tierra, no sus dueñas. Hoy la naturaleza está en peligro porque los proyectos de las empresas multinacionales matan los territorios, así como también todos los proyectos que contaminan el medio ambiente, como las represas, el turismo con sus centros de esquí, todo eso que solo beneficia a los poderosos genera un cambio irreversible dentro de la naturaleza. Y nuestro pueblo es parte de la tierra, porque sin ella no podemos llamarnos mapuche. Mapuche significa gente de la tierra, por eso hablamos del retorno a nuestros territorios, para cuidarlos y protegerlos, porque nuestra salud también está ahí.
¿Por qué creés que a la sociedad le falta tomar más conciencia sobre todo lo que está pasando con el pueblo mapuche y con la naturaleza?
–Creo que estamos atravesando un proceso en el cual se necesita no estar idiotizados. Hay que buscar aprender, informarse, escuchar más la voz de los pueblos originarios de estas tierras, y menos la del rico, la del extranjero terrateniente. La gente tiene que ponerse en nuestro lugar, entender la historia que nos atraviesa y darse cuenta que a pesar de todo lo que vivimos, nosotros y nosotras siempre apelamos a la vía más pacífica, siempre buscamos conversar y dialogar. Pero cualquier animal, cualquier planta o ser vivo, cuando lo quieren asesinar, se defiende. Y eso es lo que está haciendo nuestro pueblo, porque no nos podemos quedar de brazos cruzados viendo cómo nos matan y cómo asesinan a nuestra tierra. Por eso en estos tiempos, como también lo dijo en su momento el Rafa Nahuel, volvemos a decir que vamos a seguir resistiendo hasta el final. Porque preferimos morir luchando, a tener que vivir toda la vida de rodillas en esta sociedad.
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