Nicolás Keesler es ingeniero electromecánico y en la actualidad trabaja en la industria de la minería y las arcillas.
Primero estuvo en la industria del acero en Argentina y luego emigró junto con su novia a Valencia, para trabajar en una empresa que fabrica airbags para Renault. Hoy es manager en una compañía minera ubicada en la costa belga. Nicolás Keesler es ingeniero electromecánico y asegura que en todo ese recorrido no solo aplicó lo aprendido, sino que certificó el nivel académico de una Facultad que está en su ADN familiar.
“Estamos a 20 kilómetros de Brujas, que es un pueblo de cuentos”, dice el Ing. Nicolás Keesler, detrás de un tour laboral que comenzó en plena pandemia y hoy lo ubica en Oostende, Bélgica. Una ciudad con playas muy similares a la villa balnearia próxima a Pinamar y bautizada con el mismo nombre por los colonos belgas, a principios del siglo XX.
Es ingeniero electromecánico y trabaja en Verhelst, una empresa de extracción y producción de arcillas cuyas minas quedan en Senegal. Allí, a 11 mil kilómetros de las aulas que lo formaron, es manager y aplica a diario todo lo aprendido en la Facultad de Ingeniería de Olavarría.
“Soy el responsable de la recepción en el puerto, almacenaje de materia prima y producción producto final. También se encuentra bajo mi responsabilidad las áreas de mantenimiento, proceso, calidad y despacho de producto final”, explica el joven de 31 años que tiene 20 personas a su cargo.
La oportunidad de mudarse de continente surgió cuando estaba en Siderca (Tenaris), en Campana, junto con su novia marplatense, especializada en ingeniería mecánica. Por entonces, Nicolás había hecho análisis de procesos de roscado y operaciones de tubing en 4 líneas de producción y Daiana se desempeñaba como analista de operaciones de los laminadores.
Probar suerte en otras latitudes era parte del plan y estaban convencidos de dar un giro en sus vidas. Lo más difícil, claramente, fue comunicar la decisión a sus familias que “lo entendieron y nos apoyaron”.
La Facultad, motor determinante
Llegaron a España en julio del 2021, “ya no recuerdo en cual ola de covid estábamos en Argentina, así que fue toda una travesía”, recuerda el Ing. Keesler.
La primera escala fue en Valencia, donde “trabajé en Autoliv como ingeniero de procesos. Era responsable del proceso de fabricación de airbags para Renault”, cuenta Nicolás. Su novia, mientras tanto, estuvo como “proyect leader en Stadler, una fábrica de trenes”.
Allí estuvieron un año y medio hasta que la hoja de ruta los llevó hasta Bélgica, para sumarse a la industria de la minería y las arcillas.
Profesionalmente “estoy muy cómodo en Bélgica, mi trabajo es muy desafiante y estoy perfeccionando mi nivel de inglés”, asegura el Ing. Keesler. Su expectativa es “seguir creciendo como profesional y aprendiendo, día a día”. Su compañera está como responsable de producción de Lic Leather, una empresa que trabaja con cueros destinados a la relojería.
En este recorrido, intenso y prácticamente sin pausas, la Facultad de Ingeniería ha sido un motor determinante. “Uno cuando es estudiante siempre tiene la duda de cuándo voy a utilizar los contenidos de las materias o de qué voy a trabajar cuando me reciba”, admite el joven con un sentido de pertenencia que es parte del ADN familiar.
Aplicar lo aprendido
Sus dos hermanas, mellizas, también son ingenieras graduadas en la FIO: Daniela, ingeniera industrial, que hace docencia e investigación en dicha unidad académica y Cecilia, ingeniería química, que está en Mar del Plata.
“En todas las empresas que trabajé utilicé todos los conocimientos técnicos que aprendí en la FIO y estoy muy agradecido porque también me dio la certeza de que el nivel educativo es muy bueno”, observa con orgullo.
Todos los días extraña a la Argentina, a su familia y amigos. Los asados, el dulce de leche y el fernet (“el italiano no es igual al argentino”) también son parte del equipaje que dejó y hoy abraza a la distancia.
¿Volver al país? “No es algo que me haya puesto a pensar pero en este momento las posibilidades que tenemos acá no son las mismas que allá”, admite, con argumentos difíciles de rebatir.
Sueños, del otro lado del océano
Nicolás Keesler describe a Bélgica como el país de la cerveza, las papas fritas y el chocolate. “Particularmente las playas de Ostende Bélgica son iguales a las de Ostende Argentina. De hecho, la ciudad argentina fue fundada por un belga”, comenta.
Un país con inviernos suaves, con tímida salida al Mar del Norte, donde “la gente es distante” pero a la vez “muy carismática e inteligente. Acá todos hablan cuatro idiomas: flamenco, francés y alemán que son los oficiales e inglés, lo cual es apabullante. Y yo quiero aprender flamenco”, comenta con tono desafiante.
Sueña, en el corto plazo, con que “mi familia pueda visitarme acá y conozca donde estoy viviendo”, dice sobre el final, abrazando a sus papás, hoy jubilados, a esa dupla de hermanas que a la vez son colegas y también se ocupan de posicionar el sello de la FIO más allá de las fronteras.
Prensa Facultad de Ingeniería.
Fuente: cdnoticias.com