Una voz, su voz, se alzó contra la dictadura de Pinochet en medio de un largo silencio de diecisiete años. El bombardeo sobre La Moneda lo sorprendió en un entrenamiento con la selección chilena. Aquella mañana del 11 de septiembre del ‘73, los jugadores recibieron la noticia del técnico Luis Zorro Álamos. Se preparaban para un partido contra la Unión Soviética por el repechaje del Mundial en Alemania Federal. Carlos Caszely, la voz que se negó a darle la mano al dictador en un acto protocolar, era un futbolista consagrado con apenas 23 años. Integraba el plantel del Colo Colo donde debutó en 1967. Había sido el goleador de la Copa Libertadores poco antes del golpe de Estado. Hasta que su traspaso a Europa llegaría inevitable. Jugó en el Levante y el Espanyol y regresó al club donde se inició en 1978. Politizado, declarado socialista, apoyaba al gobierno de Salvador Allende y su Unidad Popular. Ese perfil militante que nunca ocultó, lo expuso a la revancha del régimen. Fue perseguido, lo vigilaron en cada regreso a Santiago y padeció la detención y tortura de Olga, su madre.

No sabría hasta varias décadas después, que ese dolor se encadenaría con otro. Su vida quedó suspendida el 22 de febrero de 2022 cuando perdió a su compañera María de los Ángeles Guerra. Estaban juntos desde que se tomaron las manos por primera vez el 20 de octubre de 1972. Hasta hoy lleva contado el tiempo de su ausencia con minucioso detalle. "Un año, seis meses y cuatro días", dice, al momento de la entrevista. Caszely hoy tiene 73 años y es una figura muy querida en Chile. Cursó dos carreras universitarias: educación física y periodismo. La primera mientras jugaba al fútbol y la segunda de "viejo", como él cuenta. Apasionado y memorioso, recuerda aquellas horas del ’73 cuando sobrevino la tragedia.

–Carlos, si mira hacia el pasado, ¿qué recuerda de aquel 11 de septiembre?

–Me acuerdo como si fuera el día de hoy. Cincuenta años después esos recuerdos florecen nuevamente. Yo me levantaba a las 7 de la mañana y me iba a la Universidad. Llegaba a las 7.30 en mi auto para juntarme con algunos compañeros y poder conversar un poco sobre lo que estaba pasando en el país. Entraba a las 8 a clase y terminaba a las 9.30. Pero a las 9.15 empezaba a retirarme porque tenía que irme a entrenarme con la selección nacional, porque en esos días partíamos a Rusia a jugar el repechaje. Y cuando llegamos a Pinto Durán, el gran maestro Luis Álamos, nos dice: 'están bombardeando La Moneda'. Tipo 9.30 más o menos. Me pregunté: ¿estamos en guerra con los argentinos? ¿nos están bombardeando los bolivianos? ¿nos están bombardeando los peruanos? Pero nunca había pasado por mi mente que aviones chilenos estuvieran atacando La Moneda. Vivía en un mundo maravilloso de dinero, autos, viajes, grandes hoteles y el otro mundo de la universidad donde teníamos que juntar dinero entre todos para que pudiéramos almorzar. Cabían dos vidas en un ser humano. Después me fui a buscar a mi polola, María de los Ángeles, donde ella estudiaba Psicología del niño y no estaba. Y salí hacia la casa de ella para saber cómo estaba y si había llegado bien. Eso pasó aquel 11 de septiembre.

–¿Cómo siguieron sus días posteriores al bombardeo y golpe de Estado?

–No podía ser normal que la televisión diera solamente dibujos animados y las radios bandos militares. Los primeros bandos eran que no podíamos salir de la casa, no podíamos salir a comprar, estabas preso en tu propio hogar. Y aquí viene otra impresión fuerte, porque el jueves 13 un bando dice que se puede salir a comprar entre las 12 y las dos de la tarde. Entonces resulta que vas a comprar y en el supermercado había azúcar, té, café, pan, había de todo. Y cuatro días antes las colas eran enormes para que la gente pudiera comprar. Cuatro días antes no había pan, carne, azúcar, no había nada. Y dos días después había de todo. Cuando vino Kissinger a Chile a ofrecer dinero para derrocar a Allende, estaban involucrados los grandes empresarios que tenían todo guardado. Porque un tarro de café no lo ibas a hacer en dos días, un pan de mantequilla tampoco, a lo mejor el pan sí, porque el pan lo hace diariamente la gente que lo hace a las 4 de la mañana, pero los tallarines, el arroz, no los podías hacer de la noche al día.

–Pasó el tiempo y tuvo un gesto desusado. No se recuerda el caso de un deportista que le haya negado el saludo a un dictador como Pinochet en el edificio Diego Portales, porque la Moneda había sido bombardeada y no se reinauguró hasta 1981?

–Yo le diría que lo hice por dignidad y los derechos humanos de las personas. La Moneda no la estaban arreglando y pasaron muchos años para que empezaran a reconstruirla. A tratar de reconstruirla porque el dolor en esas paredes debe seguir hasta hoy. Ese hecho ocurrió poco antes de ir al Mundial de Alemania y yo creo que representaba un poco al 90, 95 por ciento de un país democrático. Porque tú sabes que los uniformados en ningún país son democráticos. Ellos tienen el mando prusiano, el mando inglés, es la verticalidad del mando. ¡Lo que dice el general se hace! (enfatiza). Hay muchos soldados amigos míos que tenían 18, 19, 20 años, que nos contaban que los obligaban a ir a disparar a las poblaciones o si no les hacían consejo de guerra y los torturaban a ellos. En el estadio Nacional hay varias fotos de militares con grado y los mataron, por decir no a una dictadura. Entonces yo le digo a la gente que es muy derecha en mi país que lean lo que hoy en día desclasificó Estados Unidos y ese país no es comunista. Les diría que lean lo que dice la gente de allá. ¿Por qué fue el golpe? ¿Cómo fue? Porque un país solo, pobre como el mío, no podía hacer por sí solo un golpe de Estado. Tenía que venir con el respaldo de EE.UU. La Operación Cóndor, la Operación Chumbo como la llaman en Brasil que arrasó con las democracias de Brasil, Uruguay, Paraguay, Chile, Argentina. Si me preguntan de qué partido soy, respondo: soy del partido del deportista con conciencia social. Ése soy yo.

–¿De qué se trata?

–Del que trata de que todos vivamos bien. Yo no quiero destruirle la casa al rico, yo no quiero el gran auto al rico. Yo quiero que el que no tiene, ojalá llegue a tener un techo donde cobijarse, un pan para comer y esa fue mi pretensión durante toda la vida. Soy un hombre abierto, porque nunca he escondido nada. Y por eso creo que en el mundo hay un reconocimiento y no tanto acá en Chile, pero en el mundo sí.

–¿Cómo fue aquel encuentro con Pinochet?

–Fue el primero que tuvimos donde no lo saludé, no le di la mano. Yo creo que fue una rebeldía para responder al problema de los derechos humanos en nuestro país. Una rebeldía de un niño… Creo que me salió el universitario de adentro. Porque el futbolista se olvida de las raíces muchas veces, cuando empieza a ganar un Porsche, una casa con piscina, se olvida un poco de su entorno y de su gente. Nosotros vivimos en sociedad y como sociedad debemos ayudarnos entre todos. Apoyémonos, ayudémonos, veamos cómo mejoramos como sociedad. Una vez estando en Europa me dijeron: la derecha en su ADN es plata, plata, plata. Y la izquierda es social, pero de repente te das cuenta que la izquierda es también plata, plata, plata. Lo vemos hoy en nuestro país. Estos chicos que llegaron a gobernar, que tanto hablaron en contra de los dineros que ganaban los diputados y senadores nacionales hacen lo mismo, exactamente lo mismo. Mientras el ser humano no cambie en su forma de pensar, de ser y de hacer, es muy difícil que cambie la sociedad.

–Después de aquel episodio en que no saludó a Pinochet y de su identificación con la Unidad Popular ¿empezó la persecución?

–Claro que sí. Desgraciadamente mi madre fue detenida y torturada. Yo fui seguido acá cuando venía a Chile desde España e inclusive los que me seguían, me decían: perdón Carlitos, es que nos mandan y yo no entendía. Porque a ellos si no me seguían, quizás les hubieran hecho consejo de guerra y a lo mejor hasta desaparecían. Me allanaron la casa dos veces. Aquella relación con la Unidad Popular me pesa hasta hoy, porque yo sigo mencionando al presidente Allende. Creo que él trató de hacer lo mejor para el país y cuando quiso nacionalizar el cobre, todas las grandes empresas multinacionales se pusieron de acuerdo para hacerle el golpe. Él pretendía que todo el mundo estudiara y tú sabes que un lápiz es más potente que una pala, entonces él, por intermedio del cobre, del sueldo de Chile como se dice, él pretendía tener una educación gratis, una salud un poquito más que gratis, porque hoy día es un desastre. No te podés enfermar en Chile porque te mueres.

–Hay una teoría del periodista chileno Luis Urrutia, apodado Chomsky, sobre que el gran equipo de Colo Colo del ’73 retrasó el golpe porque era un factor de unidad nacional que los golpistas no querían perturbar.

–No lo sé, porque si bien es cierto que estaba muy dividido el país en esa época, por todo lo que pasaba… pero jugaba Colo Colo y todo el mundo era colocolino. Lo que voy a decir no sé si le va a molestar o no, porque a algunos periodistas argentinos les molesta… Independiente nos robó la Copa Libertadores de América, lo digo así, bien claro. Cuando veo las imágenes… de lo que yo llamo el robo del siglo, fue el robo más grande la historia del fútbol sudamericano. En la primera de las tres finales, a los 46 minutos del segundo tiempo, empujaron a nuestro arquero con pelota y todo adentro del arco, está clarísimo. En la segunda hubo un gol legítimo que me anularon en el estadio nacional. Vino un centro del lado izquierdo, lo peinó Pavoni, yo entré al segundo palo y cuando salió Santoro le pegué a un costado con la frialdad que tenía para definir y Arphi Filho cobró offside. Después de 40 años y antes de morir, el árbitro en una entrevista que dio en Arabia Saudita, dijo: me recomendaron que Colo Colo no fuera campeón de la Copa Libertadores.

–¿Cómo vivió esa parodia de entrar al estadio Nacional en 1973, hacer un gol sin rival y clasificarse para la Copa del Mundo ante la ausencia de la Unión Soviética en el repechaje?

–Yo lo llamo el teatro de lo absurdo. No hay otra palabra para definir lo que pasó ese día, porque el sábado a la noche nos dijeron que Rusia no venía a jugar, y después de un rato nos anunciaron que lo hacía Santos, o sea que los dirigentes sabían una semana o dos semanas antes que la Unión Soviética no venía. Lo tenían muy guardado, porque si nosotros nos enterábamos una semana antes, yo no venía de España, Elías Figueroa no venía de Brasil, Carlos Reinoso y Alberto Quintana no venían de México, entonces a lo mejor no hubiésemos venido ninguno. Creo yo, no lo sé…

–Lo definieron como el jugador del pueblo, ¿cómo se lleva con ese concepto?

–Hasta el día de hoy, a mis 73 años, tengo el cariño y el respeto del pueblo a donde vaya. Nunca he cambiado mi postura, siempre he sido el mismo.

–¿Es cierto que tuvo la oportunidad de jugar en Real Madrid y no se dio porque simpatizaba con el gobierno de la Unidad Popular?

–A mí por la Copa Libertadores de América, Real Madrid me siguió durante un año. En esa época tenía veedores en todas partes del mundo y cuando llegué al Levante, un compañero mío que venía del Real Madrid, Antonio Calpe, me dijo: chileno, te viene siguiendo la gente del Real para ser reemplazante de Amancio, porque él ya estaba terminando su carrera, pero no te trajeron porque eras partidario de Allende. Eso me comentó él.

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–Quince años después de 1973, en 1988, se tomó revancha con su madre en la campaña del No a Pinochet, ¿cómo fue protagonizar esa campaña por el No?

–Fue seguramente con el corazón. Cuando a mí me llamaron para esa campaña por el No, para que lea una frase, les dije que no leería ninguna frase. No pero cómo… Les pedí que necesitaba dos cámaras, con dos directores y cuando grabamos lo que habíamos propuesto con mi madre, causó un impacto tan grande que el 7 por ciento de los indecisos, comprobado, votó por el No. Por eso ganó el No. Pero todos los políticos de mierda se olvidaron después cuando mi madre falleció y no fue ninguno a despedirla. Ahí uno se da cuenta que el ser humano cuando necesita ganarse un voto es capaz de cualquier cosa. Pero cuando ya no te necesitan, no son capaces de visitar a alguien que se la jugó por la democracia de este país.

–¿Cómo ve al fútbol de hoy, a estos jugadores que tienen todos los bienes suntuarios que había descrito antes multiplicados por mil?

–El fútbol ha cambiado en su entorno un ciento por ciento. Pero el fútbol en sí, en la cancha no ha cambiado, en los 105 por 70 metros, no ha cambiado. En el fútbol el inteligente le va a ganar al bruto siempre, porque hoy están con el GPS, y ¿de qué sirven los GPS si nos metieron cinco? ¿Para qué sirve el GPS si un niño corre cuarenta kilómetros por partido y después viene otro que corre cuatro y le hizo dos goles? Esta cosa externa que tiene el fútbol es una mentira. Todas estas cosas nos llevan a la venta, a la publicidad, pero yo te diría que el fútbol como es no va a morir nunca, porque Messi, porque Maradona, porque Caszely, porque Pelé, porque Johan Cruyff, porque Bochini, porque Beto Alonso, van a pensar y van a ser diferentes, y van a lograr desequilibrar a los que tienen GPS. Al que corre, corre y corre mándenlo a una pista a correr.

–¿Ha sido un hombre feliz pese a las situaciones que vivió?

–Sí, he sido un hombre muy feliz desde que nací hasta el 22 de febrero de 2022. Y ahí se me derrumbó todo. Tengo cuatro hijos y ocho nietos. Ellos son los que me mantienen un poquito a flote. Hay días que duran semanas por lo largo del tiempo y hay semanas que son un día. No sé qué mierda hago, no lo sé.

–Su vida necesita de un libro para contarla.

–Sí, estoy escribiendo uno.

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