Por Andrés Lavaselli

Axel Kicillof dio el martes en Villa Gesell un paso al que hasta ahora se había resistido: la exhibición del “ismo propio” que viene construyendo en tensión con el cristinismo, convalidado en este caso por la mitad de los intendentes que encarnan el corazón del poder territorial del peronismo. Y solo tres días después se enfrentó con Javier Milei por la interpretación de un episodio trágico, el asesinato de un joven, en una materia de alta sensibilidad política: la inseguridad.

“Usted tiene que saber que se sale de este salón con la firma estampada en el carnet de afiliación del kicillofismo”. Esa advertencia, formulada por dos ministros a un veterano caudillo del peronismo del interior en las puertas del Hotel Inter Sur, resume perfecto el objetivo político de la reunión de Gesell. Se completa con una derivada numerológica: había 38 alcaldes, pero adhirieron 42. Traducción: casi la mitad de los 85 que tiene el peronismo. La cantidad es el mensaje.

Si en el camporismo varios decodificaron el episodio como la constitución final de un “frente anti Cristina”, en el kicillofismo aún sobrevive el matiz. “Para qué necesitamos una fuerza propia si no es para ir a negociar”, arriesgan muy cerca del Gobernador. No fue la narrativa dominante tras el encuentro: más de un alcalde rompió lanzas en público a favor del desdoblamiento de las elecciones, el mojón que señalaría el quiebre definitivo entre Axel y Cristina. Pero tampoco eso define nada: es lo esperable si de lo que se trata es de mostrar fuerza para disuadir al adversario interno.

Lo cierto es que el gobernador respaldó con su presencia un avance como nunca había habido hasta aquí en la pulseada contra la expresidenta. La incógnita ahora es si hay margen para un acuerdo que no signifique para Kicillof una sumisión a Cristina. ¿Si no desdobla se rinde? “El nunca dijo que quiere desdoblar”, susurran en La Plata. Parece poco frente a la intensidad en que muestra la mayor parte de su armado en la tesis contraria. Pero es estrictamente cierto. También lo es que Cristina juega al misterio más de lo que parece: por qué Hernán Arranz declaró, después de reunirse con ella, que le dijo que considera a Kicillof su “segundo hijo varón”.

El hecho y el contexto

El asesinato del repartidor Lucas Aguilar el jueves por la tarde en una plaza de Moreno, a manos de Luis Benjamín Benítez, un violento criminal lumpen de 36 años que había sido detenido dos veces por hechos graves en los últimos dos años, desató un intenso cruce público entre Milei y Kicillof. Se podría resumir así: ¿fue un caso de inseguridad que demuestra el fracaso de la gestión provincial en el combate al delito o un episodio de violencia social sobre el que el libertarianismo montó un operativo de aprovechamiento político?

Una clave parece estar dada por el tercer actor del episodio: el vendedor de alfajores. Aguilar salió en su defensa cuando era atacado por Benítez, a quien le hab+ía ofrecido sus productos. Y fue allí cuando el joven de 20 años recibió las siete puñaladas que terminaron con su vida. El vendedor dijo horas después, en una entrevista con Rolando Graña, que su agresor no lo estaba robando y que lo habían “mandado a matarme”. El testimonio deberá corroborarse en el expediente judicial, pero si eso ocurre es un punto a favor de la posición de Kicillof.

En gobernación saben de todos modos que terminaron envueltos en una discusión de alto riesgo: más allá del caso puntual la inseguridad es un fenómeno evidentemente irresuelto que expone al Gobernador al enojo y a la siempre comprensible ira de las víctimas, que no sabe de estadísticas, inversiones ni procesos. Pero el echo de que el ministro de Seguridad, Javier Alonso, esté ratificado en su puesto indica que Kicillof cree que la gestión está bien orientada, “aunque sabemos que falta muchísimo”, dicen en calle 6. La participación el día después en la “marcha antifascista” fue una decisión personal del Gobernador. “Siempre apoyo al colectivo, no quiso dejar de hacerlo ahora forzado por el relato de Miei”, dijo alguien que debatió con él la conveniencia de esa presencia.

Pero el episodio no terminó en el asesinato. Hubo una protesta realizada por un grupo de entre 30 y 50 manifestantes, repartidores como Aguilar. No actuaron en medio de la reacción emocional inmediata al hecho, sino 24 horas después. Y no fueron contra la comisaría, sino contra la municipalidad de Moreno. Varios la emprendieron contra el edificio y fueron rechazados por entre 10 y 12 policías, uno de los cuales derribó a una mujer que escapaba en moto. Seguridad dice que venía de golpear a un policía con una piedra.

La intendenta de Moreno es Mariel Fernández, quien proviene del Movimiento Evita y está alineada con CFK. Su explicación enfocó el desfinanciamiento de las políticas de Seguridad. El PJ bonaerense, presidido por Máximo Kirchner, retuiteó el posteo en que Kicillof acusó a Milei de “lucrar políticamente con la muerte de un bonaerense”, sin emitir una posición explícita. Varios intendentes no kicillofista le elogiaron esa respuesta al gobernador, pero vía whats app, no en público. Juan Grabois, de la UTEP, denunció que en la comuna hubo represión. El operativo incluyó detenciones pero no se usaron balas de goma ni gases. (DIB) AL

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Fuente: dib.com.ar

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