Mano a mano con Dan Breitman: sus comienzos, el nuevo musical y su paso por la TV

Lo deseaba tanto, que no tuvo opción más que concedérselo a sí mismo. Todos los jueves de febrero, a partir del 2 a las 22.15, Dan Breitman consuma un sueño que imaginó, craneó y trabajó para cumplir. “Yo quería un musical y qué?”, unipersonal que escribió junto a su colega Darío Jalfin y Virginia Magnago, llega a la sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza con el pie derecho.

“Lo presenté el año pasado en noviembre y nos fue muy bien. Pero sentí que nos pedía algo más y dijimos: ‘Vamos a tirarnos a la pileta, le pusimos todo y lo reformamos’. Armamos más vestuario, pusimos más escenografía, luces, se le agregan algunos instrumentos y cambió el título”, detalla el actor y humorista, que viene grabar el último programa de “LPA” con Florencia Peña.

“Siempre salí a la cancha con cosas de Stand Up, pero nunca tenía todo tan ordenado como en esta obra. Acá todos los monólogos y relatos terminan en canciones que compusimos junto a Darío”, anticipa a BigBang.

-La música y el humor van de la mano, pero no tiene la estructura clásica de un musical…

-Siempre que digo esto salta mi compañero y me dice: “Pero es un musical”. Acá el musical tiene un poco de mala fama. No sé si llamarlo teatro musical, pero sí. No es el musical donde se canta todo, esa es la diferencia. Y acá tengo un par en el escenario, que es mi amigo Darío Jalfin. Él hace algunos personajes como mi mamá, mi psicóloga, mi papá. En un momento hace de Darío el pianista y se toca todo porque es maestro, artista y compositor. ¡Performer! A mí también me gusta componer y cada vez me gusta más. Hace 5, 6 años empecé a componer mis primeras canciones cuando agarraba ruta mientras manejaba. Ponerme en el lugar de músico sin saber teoría y solfeo, pero con toda la experiencia que tengo escuchando por ser un melómano obsesivo.

-¿De toda la vida?

-Absolutamente. Una conexión con la música muy fuerte. Como un lugar donde me pongo los auriculares y me olvido del mundo. O me acuerdo del mundo.

-¿Algo parecido a lo que te pasa en las tablas?

-Hace casi un año que no me subo porque estuve adentro de un estudio de televisión con Flor Peña. Pero el escenario tiene eso lúdico que enseguida me remonta a cuando veía las obras de Hugo Midón de niño. A la sala enorme Martín Coronado, del San Martín, y una obra que salía 5 pesos. Se abría el telón y era la gloria. Mi colega Julita Calvo, antes de subir, siempre le daba un beso tipo mezuzá y yo adopté eso.

-Pareciera que nunca parás y si no se te da algo, lo autogestionas a pulmón. ¿Te cuesta estar quieto?

-En realidad yo nací así. Muy artista. Y cuando era chiquito quería estar en las novelas de Cris Morena y no me presentaba porque no daba. Era un pibe medio raro, amanerado, medio gordito. Tampoco tenía llegada, entonces era estudiar teatro y formarte hasta que empecé a trabajar cuando terminé el colegio.

-Contaste que no quedabas en los castings. ¿Te fuiste abriendo puertas solo, fuiste buscándole la vuelta?

-Sí, a full. A fuerza de mucha voluntad y esfuerzo. También consciente de que tenía algo para dar. Y eso que te dicen de chiquito: ‘Vos estás tocado por la varita, hay que ver cuánto hay de eso’… podes ser un pibe angelado, pero la suerte es amiga de la acción.

-¿A vos te lo decían?

-Sí, (Juan Alberto) Badía me decía que había algo en mí que estaba bueno. Pero al momento de ensayar, entre los nervios de estar al lado de una eminencia y yo que era chiquito, tuvo que pasar el tiempo. Después de niño me decían: ‘Estás iluminado’. Pero no me agarro de eso. El trabajo es lo que te hace pulir la piedra, es un músculo y vos lo tenés que despertar todo el tiempo. Yo no creo que Susana Giménez se despierte diciendo: “¡Hola, mi amor!”.

-Imagino que para canalizar tus etapas no tan felices en un escenario, tienen que estar muy bien trabajadas en vos mismo…

-Sí, está pulido y decirlo me ayuda. Empecé bastante con ejercicios de psicodrama con Virginia Magnago que me ayudó con el libro de la obra. Y después un trabajo que hago con mi analista Romina hace muchísimos años. Desde los 24 que estoy con ella y confío en el trabajo de hormiguita. Pensarse uno mismo es interesante, aunque a veces te volvés un poco loco porque las emociones son jodidas.

Has hecho de todo y da la sensación de que nada te intimida o que, por lo menos, no te quedas con las ganas…

-No sé si es tan así, a veces me quedo con las ganas algunas cosas. Pero va pasando el tiempo y te vas atreviendo más.

-¿Es cierto que te llovieron ofertas para ser panelista de tv y las rechazaste?

-Mucho, sí. De humor en la tele. Esta cosa de: “Vení que sos gracioso”. Me he pegado cada chasco, opinando de cosas… Creo que todo tiene que tener un contexto.

-¿En los realitys de baile y canto tampoco te hallaste?

-En el de baile estuve poco y en el de canto sí, era plena pandemia que por suerte tuve trabajo. Lo que tiene el reality es que trabajas mucho y a veces no es por ahí porque quizás lo que quieren es que seas polémico entonces se mezclan varias cosas. Hay personajes hermosos que lo manejan bárbaro.

-Y la ficción te dio un Martin Fierro, en 2015 por tu revelación en “Guapas”. ¿Todavía lo conservas?

-¡Ay, re loco! Yo de chiquito soñaba con ganar uno. No te digo que lo tengo en un altar, pero lo tengo en mi escritorio. Fue algo hermoso.

Contenido original BigBang News

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