Mucho más que la economía

Se cumplen 20 años, muchos datos se conocen, muchas anécdotas se repiten, tantas frases “son remera”. Néstor Kirchner llegó a la presidencia con “menos votos que pobres” describió Cristina. Cuatro años después Cristina Fernández de Kirchner duplicaría, redondeando, la escueta cosecha electoral de NK en 2003. Votos kirchneristas y no bajo la sombra del expresidente Eduardo Duhalde. Creció la economía, se crearon millones de puestos de trabajo, se repusieron las convenciones colectivas, se amplió la masa de jubilados, la Argentina se desendeudó respecto del Fondo Monetario Internacional (FMI). La reseña de los logros se queda corta y peca de economicismo si no se le da contexto. Kirchner consiguió algo superior y cualitativamente diferente a recuperar la economía arrancando desde el sótano y enfilando hacia el Purgatorio. Disponía de pocos votos, de escaso poder, ¿de poco tiempo? De poco tiempo, claro que sí. El establishment apretaba proclamando que había presidente por 100 días … la presión resultaba creíble.

La crisis de 2001, que Kirchner entendió mejor que nadie, trascendía a la esfera económica. Fue integral: Estado, sociedad civil, sistema democrático. El desempleo corroyó e hizo estallar vidas de millones de familias. No había moneda, varias provincias emitían simulacros para amortiguar la recesión. El Censo estuvo a punto de suspenderse por falta de dinero para comprar los insumos básicos, papeles, lápices. Con casi todos los docentes del país de paro se complicó conseguir censistas. Las jubilaciones se pagaban a la que criaste. El Estado te lo debo.

Las elecciones de 2001 trasuntaron la bronca ciudadana. El presidente radical Fernando de la Rúa terminó su mandato con masacres en las inmediaciones de Plaza de Mayo y en varias provincias. Las esperanzas electorales del entonces presidente peronista Eduardo Duhalde se troncharon con los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en los que tuvo alta responsabilidad. El descreimiento colectivo era inconmensurable. El padrón ciudadano propaló dos mensajes en 2003. Votó “positivo” pronunciándose entre los aspirantes a la presidencia. Pero dividido, sin darle mucho crédito a ninguno. Kirchner salió segundo, no podía ilusionarse acerca de la luna de miel. La maniobra artera de Carlos Menem lo privó, así más no fuera, de ganar cómodo el ballotage,

Llegó con lo justo, sin crédito popular. Carente de legitimidad de origen tenía que construir la de ejercicio. Velozmente porque “la gente” andaba con pocas pulgas, se había acostumbrado a cargarse presidentes saliendo a la calle. Kirchner siempre tuvo en cuenta a la movida callejera, a su capacidad de knock out. ¿Demasiado en cuenta? Quién sabe, los recuerdos de los idus de diciembre de 2001 estaban frescos.

Kirchner resolvió hacerse cargo de una reparación integral. Del sistema político, del Estado, de la economía, de la autoestima de los argentinos. Minga de margen para ofrecer “sangre, sudor y lágrimas” como promovían algunos: ya se habían derramado demasiadas pruebas de dolor y muerte sobre el suelo patrio.

Desde el primer momento sorprendió a los integrantes del Gabinete. Los instó, les exigiría cada mañana ”una medida pro gente por día”. Contra todo sentido común dominante, con la necesidad como acicate.

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Llegó para sorpresa de muchos y de sí mismo. Imaginaba una secuencia virtuosa, con prisas y sin pausas. Le cambiaron la agenda, lo complicaron, reaccionó, dobló apuestas. Primero fue la Corte Suprema menemista, cuya limpieza no figuraba en el breve borrador de los primeros cien días. Julio Nazareno lo quiso poner contra las cuerdas, domesticarlo… Duhalde no se había animado a llevar hasta el fin el juicio político. Con la misma integración del Congreso Kirchner supo, quiso y pudo. Pudo porque quiso.

Una movida del juez español Baltasar Garzón catalizó las decisiones históricas referidas a las leyes de la impunidad y los indultos. El magistrado pidió extradición de represores argentinos. Menem y De la Rúa los tutelaban alegando una farisea concepción de la soberanía. Un juez federal hizo lugar al pedido de extradición. Superando el mediocre brete de repetir las monsergas cómplices de sus predecesores o de autorizar el juzgamiento lejos de la Argentina Kirchner decidió ir a más, adelantó su calendario. “Hay que juzgarlos acá”. En minutos, mientras volvía en el Tango 01 a la Argentina. Solo se dio un respiro para cuestionar (o quien sabe algo más) a “ese gallego”, aludiendo impreciso al andaluz Garzón.

Adelantó los momentos, aunque lo atosigaran. Los nuevos desafíos no lo frenaban,

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Cuando Kirchner terminó su mandato la Argentina era otra, cualitativamente mejor. Reconstrucción del aparato estatal, de la autoridad presidencial, de la solvencia pública. Ocupación plena de la sideral “capacidad ociosa” de la industria. Gente laburando, historias de vida reencauzadas, empresas recuperadas por sus trabajadores. Convivencia con los países hermanos y vecinos.

Cristina completaría doce años de estabilidad política, inserción regional. La continuidad democrática se correspondía a la satisfacción de necesidades. Certidumbres en la vida cotidiana, revalidaciones en el cuarto oscuro…

Entre 2003 y 2015 el kirchnerismo sobrellevó adversidades, cometió errores. Perdió votaciones importantes en las urnas y en el Congreso. Remontó el conflicto de las retenciones móviles, superó la crisis financiera mundial de 2008-2009 soslayada o subvalorada por las lecturas de derecha. Todo en un contexto de paz interior, cumplimiento de los calendarios electorales, mejoras en indicadores de todo tipo.

Mucho más que la economía, queda dicho. Paso a paso, siguiendo las lecciones del filósofo estoico Mostaza Merlo.

Kirchner miraba el cuadernito, medía las reservas en el Banco Central, los índices de desempleo, sus niveles de popularidad. Cada día, sin admitir reducciones. Había que reparar el barco mientras volvía a navegar. De inmediato porque la gente común, la sociedad civil, el Estado, la economía, “no daban más”. Comprender, contener, atender, satisfacer a una población adolorida y violenta supo ser su mejor virtud.

Cualquier semejanza con contingencias actuales queda a cargo de quien lea estas líneas.

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