Recursos naturales

La estrategia conquistadora del planeta Bloink era muy sencilla. Y muy efectiva. Cada vez que encontraban un planeta, primero lo invadían, segundo saqueaban todos sus recursos naturales, y tercero lo destruían. Una estrategia muy sencilla, muy efectiva y muy terrible.

Parte I: La cultura Bloink

Los Bloink ya habían arrasado 920.412 planetas, contando sólo las últimas tres semanas. Y contando sólo días laborables, porque los sábados y domingos eran días de descanso y para los Bloink, el descanso era sagrado. Los fines de semana, los Bloink se dedicaban a hacer lo que más amaban: escuchar música. Porque más allá de su vocación por invadir, saquear y destruir planetas, lo que realmente amaban los Bloink era la música. La Bloinkmúsica, como ellos le decían.

Pero de lunes a viernes, las obligaciones eran claras. Había que buscar prolijamente, galaxia por galaxia, nuevos planetas para arrasar. Su civilización consumía muchas cosas y necesitaba todo el tiempo conseguir más, más y más recursos naturales. Más agua dulce, para sus Bloinkbotellas. Más oro, para forjar Bloinkmonedas. Más carne y vegetales, para preparar nutritivos Bloinkalmuerzos. Más cucarachas, porque les encantaban como Bloinksnacks. Más hierro, para fabricar Bloinknaves espaciales. Y más petróleo y gas, para que esas Bloinknaves espaciales pudieran funcionar.

Un martes al mediodía, los poderosos equipos rastreadores de los Bloink descubrieron, en una esquina mal iluminada del universo, una pequeña sonda espacial, algo roñosa, despintada y fabricada con tecnología bastante antigua. Volaba despacito y fue fácil de atrapar. Cuando la abrieron, notaron que tenía olor a encierro: venía desde lejos. La investigaron cuidadosamente y encontraron una etiqueta que decía "Hecho en la Tierra por terrícolas".

Dentro de la sonda, esos terrícolas -¡tan amables!- ofrecían datos para conocer su planeta, su ubicación en el mapa del infinito, la forma y tamaño de sus habitantes, los rudimentos de su ciencia y hasta… ¡su música! ¡Sí! Entre la valiosa información sobre la Tierra, estaba la más maravillosa música que ningún oído extraterrestre había escuchado jamás: las canciones de un grupo de rock que se llamaba Los Beatles.

La conmoción entre los Bloink fue inmediata. Para el miércoles a la mañana, todas las Bloinkradios pasaban música de los Beatles. Los Bloinkadolescentes se cortaban el pelo como los Beatles. No había un sólo Bloink que no conociera sus canciones y no tuviera, ya, un disco de los Beatles.

Para el miércoles a la noche, por primera vez en la Historia de los Bloink, se había armado un feroz debate.

► Parte II: Una reunión importante

"¿Vamos a devastar ese planeta fantástico que nos dio esta música irresistible?", preguntaba un comandante Bloink, que llevaba puesta una Bloikcamiseta con las caras de Los Beatles. "¿Vamos a perdernos a ese planeta fantástico que nos daría agua dulce, gas, petróleo, oro, carne, vegetales, hierro y cucarachas?", preguntaba un almirante Bloink, relamiéndose sólo de pensar en las cucarachas.

Nunca había pasado algo así. Y no lograban ponerse de acuerdo. ¿Invadir o no invadir la Tierra, saquearla o no saquearla, destruirla o no destruirla? Lo único en que coincidían todos era en que había que viajar cuanto antes a la Tierra. Para el jueves a la mañana, 80 mil Bloinknaves espaciales habían aterrizado en el planeta de Los Beatles.

El Gran Jefe Bloink pidió hablar de inmediato con el Presidente de la Tierra. Era una reunión muy importante. Los Bloink odiaban perder tiempo y explicaron rápidamente la situación, mientras el Presidente de la Tierra, sus ministros y sus generales se miraban.

–Queremos que nos traiga aquí a Los Beatles, ahora mismo. Queremos escucharlos tocar sus canciones. O vamos a saquear todos los recursos naturales y destruir la Tierra.

–¿Los Beatles? ¡Pero no existen más! ¿No se habían separado ya? ¿No se habían muerto? –susurró un general.

–¡Shhhhhh! ¡No digas nada! –le chistaron, aterrados, los otros ministros.

Los terrícolas entendieron que Los Bloinks estaban convencidos de que Los Beatles seguían existiendo. La tensión y los nervios se respiraban en el aire.

–¡¡Beatles, Beatles, Beatles!! –gritaba la horda de Bloinks, cada vez más ansiosa. Aplaudían, chiflaban. Algunos empezaron a tirar piedras, como una barra brava.

–Hay que hacer algo ya… y yo tengo una idea –le susurró una ministra de anteojos pequeños y rizos enormes al Presidente de la Tierra.

Y la ministra contó sobre cuatro jóvenes músicos, fanáticos de Los Beatles, que se vestían como Los Beatles, se peinaban como Los Beatles y tocaban las canciones de Los Beatles, replicándolas casi a la perfección. Se hacían llamar Los Veatles y ofrecían pequeños conciertos en bodas, cumpleaños y patios de comida de centros comerciales. Ella los había escuchado de casualidad el verano pasado, tocando en una calle peatonal, y les había dejado dos monedas.

► Parte III: La Veatlemanía

Para el jueves al mediodía, la presión de los Bloink por ver a Los Beatles era insostenible. Los alienígenas más ansiosos habían amenazado con que, si el grupo de rock no aparecía, iban a saquear toda el agua dulce del planeta antes de la merienda.

Por fin aparecieron Los Veatles, traídos a los empujones, en una operación secreta, recién peinados y perfumados. Les habían dado lujosos instrumentos musicales y los habían ido a buscar en el helicóptero presidencial. Como si fueran las personas más importantes del mundo –bueno, en ese momento lo eran–. La ministra les había explicado a las apuradas la misión secreta: para engañar a los Bloink y salvar a la Tierra… tenían que hacerse pasar por los Beatles. "Nuestro recurso favorito", bromeó con naturalidad el muchacho flaco y narigón que tocaba la batería.

El Presidente de la Tierra los recibió con ojos húmedos. Les dio un fuerte apretón de manos, prometió medallas y ofreció un discurso breve, emotivo y que no decía nada importante pero les dio tiempo a Los Veatles para terminar de juntar valor para dar el concierto más importante de sus vidas, que podía ser, también, el último concierto de sus vidas. Y el último concierto antes del saqueo y la destrucción de la Tierra.

Respiraron hondo, hincharon el pecho y subieron trotando al escenario, mientras los Bloink del público aullaban con frenesí, se sacudían, aplaudían y gritaban de emoción, alegría. Una cucaracha pasó, zigzaguante, entre el público, pero los espectadores estaban tan eufóricos que ninguno se molestó en cazarla.

El concierto estuvo bastante bien. Alienígenas y terrícolas aplaudían con la misma fuerza, unos con entusiasmo, otros con terror. Los músicos se sabían las canciones de memoria. Tocaron Yellow Submarine, A Hard Day's Night, Revolution… Cuando hicieron Yesterday, un extraterrestre se desmayó de la emoción y fue asistido por paramédicos de ambos planetas. La banda cerró bien arriba, con Twist & Shout y luego se fue del escenario con una ovación. Volvió, a pedido del público, para los bises: el grupo se dio el gusto de sorprender con una canción rara, no tan conocida, Hey Bulldog y terminó con una obvia e infalible, Hey Jude.

No hubo preguntas ni dudas acerca de si eran o no los verdaderos Beatles: los Bloink habían decidido que ese planeta, con su música irrepetible y única, era demasiado bueno como para ser saqueado y destruido. Desde entonces, cada sábado y domingo, miles de Bloinkturistas llegan a la Tierra a presenciar conciertos, comprar discos, tomar clases de guitarra o simplemente comer cucarachas fritas en algún club donde una banda toque en directo las canciones de los Veatles.

Este artículo fue publicado originalmente el día 4 de febrero de 2023

Noticias Relacinadas
;